«En Cali,
466 motociclistas,
en promedio, resultan heridos cada mes en accidentes de tránsito. El 56% de los accidentes con víctimas fatales se deben a choques con otro vehículo u objeto fijo, el 24% es por atropellos y el 8% ocurre por caída de un ocupante.» (El País de Cali)«Entre enero y julio del presente año -2006- fallecieron 1.033 personas en Colombia a causa de accidentes de tránsito en los cuales están involucradas motocicletas.» (SNE)
«Motorcycles have a far higher rate of crippling and fatal accidents per unit distance than automobiles. According to the U. S. Highway Safety Authority, in 2004 15.0 cars out of 100,000 ended up in fatal crashes while the rate for motorcycles is 69.3 per 100,000 (a ratio of 4.6 to 1). The picture is worse when distance travelled are taken into account: in 2004 in the U.S., there were 0.4 motorcyclist fatalities per million miles compared to 0.012 passenger car occupant fatalities per million miles (a ratio of 33 to 1).» (Wikipedia)
Hay quienes dicen (y estoy de acuerdo con ellos) que las motos son «la venganza de Oriente» (por aquello de las bombas atómicas)… venganza que tal vez ahora incluya los carros y los juguetes, entre otras cosas.
Todos los días en el camino al trabajo (20 km) recorro de norte a sur las carreteras de Cali. Casi que no hay semana en que no me encuentre un accidente en el camino, en la mayoría de los casos involucrando una moto y, en el peor de los casos, uno o más muertos cubiertos con una sábana. Por eso el que me conozca sabrá que no me gusta ese medio de transporte por la inseguridad que conlleva (uno puede ser muy buen conductor, pero en las calles no falta el guache que mande al diablo las normas de transporte). No esperaba conocer una mala noticia relacionada con este medio de transporte de una persona tan cercana a uno, hasta el viernes…
Llegué a mi oficina por la mañana (aunque un poco tarde debido a que el día anterior había trabajado hasta media noche y me dí una pequeña licencia 😛 ) cuando una compañera se acerca y me dice:
«Lolo vino a buscarte temprano. Mira que Ingri se accidentó…»
e inmediatamente me acordé de dos semanas atrás, cuando Ingri nos comentó a nosotros que junto con el novio se habían comprado una moto y que estaban muy contentos con ella.
«… en la moto. Dijo que la llames y le preguntes los detalles».
La llamé y cuando me echó el rollo, pensé «¡Hijue… motos!». El rollo fue que los cerró una camioneta mientras iban sobre una vía de Cali. El novio, que iba manejando, llevó la mejor parte del accidente, fracturándose solamente la mano que recibió el golpe. Mi amiga, estando de parrillera, salió volando por los aires y cuando cayó sufrió múltiples fracturas, pero gracias a Dios ninguno de los dos entró a hacer parte de las estadísticas que escribí al comienzo de este post. Ayer sábado la dieron de alta y le espera un largo camino de recuperación.
Yo sé que a la mayoría les encanta la «sensación de libertad» que se obtiene al manejar una moto, pero lastimosamente aquí en Colombia (y seguro que en muchas otras partes del mundo) tener una moto es sinónimo de un peligro latente. Afortunadamente el novio de mi amiga ha decidido vender la moto ante tal «advertencia»…
– Andrés M.